La irrupción del software ChatGPT, un bot inteligente que puede responder cualquier pregunta y capaz de realizar múltiples tareas, vuelve a abrir el interrogante sobre si finalmente las personas se van a quedar sin trabajo.
El líder virtual perfecto existe. Es un jefe, coach, creado con Inteligencia Artificial (IA) que te conoce más que tu mejor amigo. Sabe lo que te gusta hacer, lo que no; cuándo y por qué motivo darías tu milla extra en el trabajo.
Es que tiene información, datos históricos, de tu comportamiento en la empresa por la huella digital que vas dejando en cada plataforma que usas.
Y por otro lado tiene programado todo lo que la empresa necesita para cumplir su propósito: objetivos, valores, cultura para alcanzar los resultados.
Él sabrá darte el mejor consejo, la más acertada advertencia, alineada al negocio y sabiendo cómo motivarte. Sin enojarse. A cualquier hora, en cualquier momento allí estará para vos.
Los “líderes del futuro” ya existen, evangeliza el consultor tech Gabriel Gurovich. Se trata de jefes creados bajo el concepto de realidad sintética deepfake, que combinan IA con un nivel de realismo gráfico que no permite distinguir a un mísero bot de una persona real.
En los últimos meses volvimos a caer en las garras de una nueva cenicienta de la tecnología: la IA. La viralización del ChatGPT-3 tiró del mantel en la mesa que conversábamos sobre el futuro del trabajo. Y voló todo por el aire.
¿Nos vamos a quedar sin trabajo? ¿Es fascinante o aterrador? ¿Hasta dónde llega esto? ¿Se terminó la educación tal como hoy la conocemos? Son algunas de las preguntas que escuchamos en las últimas semanas. Esa fascinación esconde una trampa. Y no me refiero al plagio o al uso de la IA para aprobar exámenes.
Esta plataforma, que se lanzó en noviembre último, y que absorbió todo el conocimiento posible de Internet, consiguió en cinco días un millón de usuarios registrados, algo que a Netflix le tomó 40 meses alcanzar, o a Twitter, 24 meses.
Y la última semana Microsoft, uno de los accionistas de Open AI, quien desarrolló esta plataforma, avisó que iba a inyectar miles de millones de dólares para acelerar los avances en IA. Por lo pronto, las plataformas de Microsoft se verán invadidas por esta tecnología.
Ponele IA a todo
Ok. Todo muy cool. Pero con sinceridad: ¿serías capaz, por ejemplo, de tener una sesión terapéutica y contarle tus penas a un psicólogo artificial? ¿Estarías en condiciones de confiarle la última palabra sobre tu salud a un médico formado en la universidad del big data y los algoritmos?
Es claro que esta tecnología va a generar cambios profundos. Y nuevamente deberemos sacar a flote nuestra capacidad de adaptación para sobrevivir.
La trampa es caer en fatalismos y creer que estamos al borde del precipicio laboral. Y que un algoritmo va a reemplazar y ser más decisivo que un ser humano en el futuro de una compañía.
Los seres humanos tenemos la sorprendente capacidad de maravillarnos muy fácilmente por la tecnología. Y vemos pasar un elefante rosa por delante nuestro y lo tomamos como algo natural.
Estoy seguro de que todos ustedes tienen al lado en su espacio de trabajo personas con talentos increíbles que naturalizamos como el ruido del aire acondicionado. Y no tengo dudas de que son más decisivos para la compañía que cualquier IA.
No quiero sonar “tribunero”. Pero el talento humano es un diferencial de las personas que las máquinas nunca van a poder reemplazar.
Lo que nos hace humanos es lo que nos va a diferenciar. No es la productividad, ni el multitasking. Es la empatía; el humor; la creatividad; la ironía; la visión; la fe en algo y en alguien. Dejemos de decirles soft skills. Hablemos de power skills, en todo caso.
No caigamos en la trampa, nuevamente. El futuro del trabajo no tiene que ver con bots; plataformas; IA o AI. Tiene que ver con ser más humanos. Y poner en juego nuestra originalidad, que es lo mejor de nosotros.