Hablar de género, diversidad e inclusión pareciera estar de moda y si bien hay que ser responsables en el decir y en el hacer para no fomentar el “rainbow washing”, o un apoyo utilitario y con poco sustento y coherencia, en algún punto, celebro que se esté hablando del tema porque poner en palabras visibiliza y abre el espacio al cambio; cambio que muchas veces genera resistencia. Por eso, proponer el diálogo desde la reflexión, mirar hacia adentro y comprender que nuestras creencias son parte de una construcción cultural que podemos repensar, ¡es una oportunidad!
Las efemérides del calendario de la diversidad permiten iniciar el diálogo y nos brindan la posibilidad de preguntarnos, por ejemplo: ¿por qué el día del orgullo? ¿estamos hablando de esto en la empresa? ¿por qué no lo estamos haciendo? ¿hay algo que tenemos que cambiar? ¿cómo podemos hacerlo?
De esta forma, podemos implementar iniciativas de sensibilización y concientización que hagan de los espacios de trabajo, un espacio libre de prejuicios y estereotipos, que potencien las diferencias y el respeto. Eso sí, es fundamental ser coherentes en el decir y consistentes con las acciones a lo largo del tiempo. Hacer algo solo porque está de moda, no. Hagámoslo porque hay un compromiso sincero.
Sabemos, además, que una gestión adecuada de la diversidad genera múltiples beneficios en las empresas: mayor rendimiento y habilidades de innovación y creatividad, y mejoras de atracción y fidelización de talento, ya que las personas deciden ingresar a las compañías que gestionan bien la diversidad porque se sienten identificadas con esos valores corporativos.
Pero, ¿cómo empezamos? Como dijimos, generando espacios de sensibilización y concientización, pensando a la diversidad como un eje estratégico, generando una política de diversidad e inclusión pero ante todo promoviendo el rol de los y las líderes inclusivos.
Más allá de los espacios de sensibilización y concientización que se puedan generar, hay acciones que cada persona desde su “metro cuadrado” puede hacer para fomentar la inclusión:
- No dar por sentada la heterosexualidad de las personas.
- Consultar cómo quieren ser llamadas y preguntar sus pronombres.
- Revisar el lenguaje que se utiliza.
- Si creés que una persona es LGBTIQ+ y no lo da a conocer, no presionar para que lo manifieste. Acercarse con respeto y empatía.
- Prestar atención, no quedarse en silencio y expresar repudio ante situaciones de discriminación o desigualdad.
- Si hay compañeros/as/es LGBTIQ+ que expresan su realidad abiertamente no poner en cuestión aspectos de sus relaciones, su identidad de género y expresión de género.
Desde la comunicación, por supuesto, es clave prestar atención a la forma en la que hablamos y generar contenido con perspectiva de género porque como suele decirse, la manera en la que hablamos está íntimamente relacionada con la forma de ver el mundo. En el lenguaje está el origen del cambio. El lenguaje crea mundo, nos permite construir nuevas formas de pensar, nuevas posibilidades. Por eso, invito a que las empresas se hagan preguntas, a que revisen cómo hablan. Usar la “E” en reemplazo de la “O” o buscar otras formas que no generen discriminación y que represente a todas las personas es una forma de incluir, de visibilizar, de empatizar con mujeres e identidades invisibilizadas.
Crear contenido con perspectiva de género implica, a su vez, cambiar el lente, mirar las situaciones que vemos siempre desde otro lugar. Y hacerlo siempre entendiendo lo importante que es conocer la cultura organizacional al revisar estas decisiones.
Así, el Día Internacional del Orgullo LGBTIQ+ es una oportunidad para reforzar la premisa de que todas las personas merecen respeto y consideración más allá de su orientación sexual o identidad de género, que no puede ni debe ser factor de discriminación y limitante de derechos. Por eso, seamos responsables; entendamos los conceptos, usémoslos como corresponde; brindemos oportunidades a todos, todas y todes. Todavía queda mucho por hacer pero ya empezamos.