Dos expertos presentan claves para mejorar la seguridad y la salud en las plantas industriales y otros espacios laborales.
La evolución hacia una cultura más segura ocupa un lugar prioritario en los objetivos de las organizaciones. Para alcanzarlo de manera exitosa, es fundamental lograr que «safety first» deje de ser una frase que se repite y pase a formar parte del ADN de la empresa como algo innegociable. Esto permitirá que los avances sean sostenibles y permanentes.
Uno de los puntos a tener en cuenta en este camino es la seguridad psicológica de los componentes de la organización. William A. Kahn la define como la capacidad de mostrarse a sí mismo sin temor a encontrar consecuencias negativas para su imagen, su estatus o su desarrollo de carrera. Es decir, que los individuos puedan sentirse cómodos siendo ellos mismos y no tengan miedo de admitir un error, porque esperan recibir ayuda por ello en lugar de ser castigados.
«La seguridad psicológica influye fuertemente en el comportamiento de la gente, por lo que su pérdida puede llevar a que las personas se sientan intimidadas o reacias a pedir ayuda, o a mostrarse poco dispuestas a plantear preocupaciones o dudas por miedo a ser sancionadas. Los temores comunes de los trabajadores tienden a estar relacionados con dañar su reputación o poner en riesgo cualquier posible promoción», asegura Gonzalo Rossi, director de Whalecom, consultora especializada en transformación cultural.
Por su parte, Pablo Faga, socio director de BW Comunicación, agencia y consultora especializada en comunicación interna y digital, destaca la importancia de promover una cultura segura, «A pesar de que las empresas invierten muchísimo en seguridad, los accidentes dentro de las plantas industriales siguen ocurriendo. Muchas veces por descuidos, omisión de las instrucciones, el mal uso de los equipos, por la falta de atención o la fatiga. Otras veces también se dan por el estado emocional, la indiferencia y la imprudencia», señala.
Otro concepto que ayuda a atravesar los cambios actuales es el que introdujo el reconocido experto internacional Erik Hollnagel, al impulsar lo que denomina «el paso de Safety I a Safety II». Esto es, pasar de aprender de los errores a aprender de los logros, de un enfoque reactivo a un enfoque proactivo, de evitar errores a impulsar comportamientos exitosos.
«El desafío es cambiar el foco: de ‘evitar que algo salga mal’ a ‘garantizar que todo vaya bien’. Se trata de un cambio de encuadre, de mentalidad, que involucra a la totalidad de los integrantes del sistema y muy especialmente a los líderes», sintetiza Rossi, al tiempo que señala que «este cambio de mentalidad requiere cambios en la gestión y el liderazgo».
La manera de llevar adelante las campañas también es clave para obtener los resultados esperados. Faga comenta la necesidad de interpretar las particularidades de cada organización a la hora de elaborar una estrategia, y recuerda un caso: «En una empresa de energía trazamos un plan de acción y realizamos charlas de concientización y de capacitación. Desde la empresa buscaban una campaña fuerte y realizamos piezas de alto impacto mostrando casos reales, videos con testimonios de personas que habían tenido accidentes».
El tránsito hacia una cultura más segura implica un trabajo permanente con los distintos niveles de la organización. Tener en claro los objetivos y los medios para alcanzarlos es una condición indispensable para ser exitosos en este aspecto cada vez más relevante en la vida de las empresas.